Aikido - La Lección del Agua - Parte 2


Cuando dos cursos de agua se encuentran en direcciones convergentes u opuestas, enseguida el de menor caudal se adapta y se deja absorber uniéndose al mayor, para seguir juntos con mayor potencia y velocidad en la misma dirección, a partir del momento del encuentro.


Saber ceder para unirse (integrarse) a la acción del otro, en su misma dirección y así hacerse dueño de la fuerza resultante para dirigirla a nuestra conveniencia a partir del instante del encuentro.

Incluso en estado de reposo absoluto, el agua está siempre dispuesta para actuar. Basta cualquier causa que altere sus condiciones de equilibrio e inmediatamente se escapará por ese punto. La acción del agua es constante y permanente. Nunca está dormida.

Nos muestra la actitud que conviene adoptar en la práctica, y en la vida ordinaria, de acción en potencia dentro de la calma, superando las barreras de la inercia o la sorpresa. La vigilancia ha de ser constante y natural, y la disponibilidad inmediata.

Al vaciarse, o pasar del recipiente que contiene una masa de agua a un conducto menor, va describiendo un movimiento de espiral, que facilita su salida de forma rápida y constante.

Es difícil y costoso actuar directamente sobre la masa corporal del oponente, pero si abordamos la acción por el punto más débil, como la mano o el brazo, sometiéndose a un movimiento espiral (torsión) que afecte progresivamente las articulaciones hasta llegar al tronco, conseguiremos “vaciar” (proyectar) su cuerpo por el camino más fácil.

La superficie del agua impulsada por el viento origina un movimiento de oleaje y se desplaza en trayectoria ondulatoria.

La trayectoria de onda ya sea en plano horizontal o vertical, permiten desequilibrar y dirigir al oponente con mucha más facilidad, menos gasto de energía, y menos posibilidades de resistir o adivinar a dónde se le lleva.

El agua es incompresible (no se puede comprimir) y transmite en todas las direcciones cualquier presión que se ejerce sobre ella. El agua se aparta enseguida si la queremos oprimir, ofreciendo el vacío.

Ofrecer el vacío a todas las acciones del oponente, no mantener la masa del cuerpo, ni en el lugar, ni en el momento que otro ha elegido para atacarnos. Escapar por donde no espera y volver contra sus puntos débiles con toda la potencia creada por el cuerpo en movimiento.

“En el combate tú debes ser el agua que posee la fluidez y el adversario es la roca”. Morihei Ueshiba.