Reconocernos
y aceptarnos tal cual somos. Los movimientos de Aikido son tan simples, tan
naturales, tan lógicos, que cualquier observador piensa “...esto es muy fácil”.
Cuando ese observador pisa un tatami el instructor le explica paso por paso los
movimientos de una técnica.
El alumno capta todo lo que se le explica; su
cerebro grabó cada uno de los movimientos. El problema comienza cuando el
cerebro ordena ejecutar esos movimientos que son “tan lógicos, simples y
naturales”. La mente ordena una cosa y el cuerpo hace otra.
Este es el comienzo
de los conflictos individuales que ha de encontrar el alumno en su práctica, se
siente torpe en sus movimientos y no logra realizar lo que se le demuestra.
Esta situación provoca vergüenza o enojo en él según sea su carácter. Es tarea
del instructor hacer comprender al alumno que debe quitarse las estructuras que
arrastró durante su vida.
Sucede que la sociedad nos llena de conceptos a
través de nuestra existencia que nos condicionan para actuar de la forma menos
conveniente. Es muy frecuente escuchar “...si sos blando te pasan por encima”,
“quien pega primero, pega dos veces”, “...nunca debes retroceder”. Sin embargo
en ciertas ocasiones retroceder o dar un paso al costado significa avanzar, ya
que si evitamos el choque podemos continuar hacia nuestro objetivo.